sábado, 17 de agosto de 2013

Los Ortíz y nadie más

El Rengo grita desde la terraza mientras Nazareno destruye de un piedrazo el vidrio del colectivo, no es la primera vez que el chofer de la línea 153 negra tiene problemas en esa zona. En esta oportunidad se negó a llevar al chico gratis hasta la avenida Pellegrini, donde algunas veces pide monedas al costado de la calle.

Desde que Alejandro no vive con ellos, las cosas están peor que nunca. Al ser el mayor y ante la realidad de que papá no va a volver, es el único capaz de apaciguarlos y contenerlos en las situaciones críticas. ¡Vas a ver, ya va a salir el Ale y te va a hacer cagar a vos! La amenaza retumba en los oídos del conductor, que aprieta los dientes y acelera con la frustración de no poder hacerles nada. Perdería su trabajo, pero también pondría en juego su libertad y no está dispuesto a ninguna de las dos.

Desde adentro, la voz de una mujer acompañaba con insultos. Nazareno entra a la casa y corre a su madre del camino con un empujón. Transpirado, sube las escaleras con furia y se resigan a perder la posibilidad de juntarse unos pesos para la birra. En la terraza, el Rengo los espera para reavivar más el fuego.

_ A éste hay que boletearlo, se la tengo jurada.

_ ¿A quién vas a boletear vos? De pedo que podés caminar. Dejame a mí que yo sé donde vive, le voy a quemar el rancho a este hijo de puta.

_ Ya fue, cuando salga el Ale lo hacemos cagar.

_Que decís, si ese Alejandro es más cagón que la mierda. No sé cómo se animó a tirarle al negro, si cuando le dije que se estaba tranzando a la Pupi no quiso hacer nada. Decí que le insistí, sino lo seguían guampiando y él como si nada, conrnudo consciente. Por mí lo mató, porque le insistí, porque acá que quede claro que mandan los Ortíz. En  este barrio mandan los Ortíz., los Ortíz y nadie más.
    

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